Hace años que se habla del reciclaje y su necesidad para colaborar y mejorar el medio ambiente. En esta materia, los negocios que fueron pioneros, por delante del empeño de las administraciones públicas, fueron los talleres de reparación, ya que un producto estropeado se vuelve a poner en funcionamiento, esto reduce el consumo, la sobre-producción y sobre todo, mantiene un producto en el mercado para que no termine en la basura y produzca, de una u otra manera, cierta contaminación.
Pues bien, en este empeño se basa la filosofía diaria de MONFER, taller especializado en la reparación de productos de electrónica de consumo. Su trabajo es la esencia del reciclaje, someter un producto ya utilizado a un ciclo de tratamiento total o parcial para obtener un nuevo producto.
En este caso, el producto final es el mismo que el original, pero reparado y listo para su uso, como el primer día.
En los aparatos electrónicos hay una serie de componentes que son muy fáciles de reciclar, como plásticos y metales, pero otros resulta “bastante complicado” y terminan llegando a determinados países de África “donde se dedican a destrozarlos y sacar el poco valor que pueden tener”.
En este sentido, MONFER envía al desguace un porcentaje mínimo de productos electrónicos que no puede reparar. En concreto, el 3-5% lo que reduce los niveles de contaminación. “Nuestra labor es puramente de reciclaje, hemos sido de los primeros que nos hemos dedicado a ello”.
Cada año aumenta la cifra de toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) que se generan en el mundo.
Los aparatos eléctricos y electrónicos son cada vez más numerosos en nuestras vidas: grandes y pequeños electrodomésticos, equipos de informática y telecomunicaciones, aparatos electrónicos de consumo, de alumbrado, herramientas eléctricas o electrónicas, juguetes y equipos deportivos o de tiempo libre, equipos médicos, instrumentos de vigilancia o control o máquinas expendedoras.
Cuando estos aparatos se desechan, se convierten en unos residuos muy contaminantes. La inmensa mayoría contiene sustancias como bromo, cadmio, fósforo o mercurio que pueden ser muy dañinos para la salud y el medio ambiente.
Reutilizarlos para darles una vida más larga es la mejor solución. Si todavía funcionan, se pueden regalar a un amigo o familiar, donarlos a proyectos para que se aprovechen de manera solidaria o enviarlos a diversas iniciativas de Internet que permiten reciclar sin moverse de casa